martes, 1 de marzo de 2011

Bienvenido@s

Hola a todos!
¿Qué puedo decir para empezar? Creo que lo mejor será advertirte de lo que vas a leer.
¿No has pensado alguna vez que el mundo está mal hecho? ¿No te has planteado más de una vez la posiblidad de que todo esto sea una broma cósmica de dioses graciosetes que se divierten con nosotros? Pues yo sí. Muchas veces. En ocasiones me quita el sueño.
Supongo que no todo el mundo tiene la desgracia de llevar una existencia como la mía: absurda y extraña.
Para empezar, me gusta pensar. ¡Gran fallo! Cada vez que mi cerebro se dispone a desglosar y analizar cada cosa que veo o escucho, debería aparecer un cartel fluorescente de letras grandes y luminosas que advirtiera del peligro: ¡Error en el sistema! Repetimos, ¡error en el sistema!
Y es que a veces, de tantas vueltas que le doy a las cosas acabo manteniendo pequeñas pero acaloradas discusiones conmigo misma. Y como siempre me ha gustado llevar la razón, te podrás imaginar cómo acaba todo. Salen a relucir reproches  y quejas de hace años que ya habían sido aclarados y olvidados.
Lo peor de todo son, lo que yo llamo, las "veladas a responder". Y se trata, básicamente, de meterme en la cama, agotada después de un largo día, tropezando con todo lo que se me pone por delante por no poder mantener los ojos abiertos y descansar la cabeza sobre la almohada para entregarme a un sueño reparador. Entonces, solo para fastidiar, mi mente empieza a recopilar datos, números, hechos recientemente (y no tan recientemente) acontecidos para proceder a un exhaustivo estudio de los mismos. ¿Por qué el césped es verde?¿A dónde van los mensajes que borramos?  ¿Por qué ese niño lleva una mochila tan horrenda?
Pues hoy quiero hablar del niño de la mochila horrenda. Porque hay cosas, que simplemente, son inadmisibles. Esta mañana pasó por delante de mí, ante mis ojos, un niño con una mochila. Seguramente iba al colegio y caminaba, inexplicablemente, alegre y dichararero. ¿Qué les dan hoy a los niños en los colegios? Porque yo lo odiaba. Cada noche rezaba e imploraba a los dioses burlones que lo destruyeran, que le cayera una montaña encima o que lo robaran unos extraterrestres. Y aunque me costara creerlo, nunca sucedió nada parecido.
El caso es que ese niño estaba contento y prefiero no saber por qué. Yo también lo estaba hasta que el niño me adelantó (porque al ir alegre y dichararero su paso era más rápido) y la ví. Pensé que un rayo me fulminaría en ese instante de la impresión que sufrí. Era una de esas maletas que nadie sabe por qué, son rígidas y rectángulares. ¿Por qué alguien hizo algo así? ¿Por qué se lo permitimos? Son horrorosas y no solo feas estéticamente, sino incómodas y muy poco útiles a la hora de colocarlas en algún lugar como tu regazo sin que te veas obligado a pagar un tiquet en la guagua también para ella.
Y lo sé porque... Bueno, he de confesar que lo sé porque... ¡yo tenía una! Ya lo dije. Sí, y no solo era igual de fea y rígida sino que, para más inri, era verde musgo. Nunca la olvidaré. Y nunca olvidaré como pasó por encima de mi cabeza el día que, mostrando un equilibrio talentoso, pisé mal el bordillo de una acera de cuatro centímetros y mis piernas flaquearon como si caminara sobre una cama de agua. Vi el suelo tan nítidamente que pensé que me iba a fusionar con el asfalto. Ét voilà! La mochila cuadrada que vuela por encima de mi cabeza tironeando de mi nuca y amenazando mi centro de gravedad. Aunque veloz como un rayo apoyé las manos en el suelo, la fuerza que ejercía aquella mochilla cargada de libros sobre mi cabeza estuvo a punto de derribarme por completo. Aunque resulte increíble, salí ilesa de aquel percance. Apenas unos rasguños en las rodillas y las palmas de las manos. Pero nada podía compararse con el rencor y la ira despropocionada que me provocaba la Maldita Mochila.
Y ahora que me despojado de toda mi dignidad al completo ante ti, dejaré a tu juicio continuar leyendo. De verdad, no te guardaré rencor si decides no volver y guardar este blog como página no segura o contenido estúpido. En serio, no soy rencorosa.
Pero si te atreves, me lo dices a la cara.
Era una broma, eres bienvenid@ siempre que lo desees y aquí estaré esperándote con más de mis muchas historias en las que interactuo directamente con el reparto de dioses que desde algún  lugar, se encargan de mil amores de hacer mi vida mucho más desagradable.

Kendra.

Mi recomendación del día: Nunca, jamás, te compres una mochila rígida y rectangular. Nunca, ni a ti ni a tus hijos ni a los hijos de tus hijos. Irás al infierno.
En otro orden de cosas, te recomiendo que leas "De los amores negados", de Ángela Becerra. Simplemente sensacional. ¡Que lo disfrutes!

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