domingo, 20 de marzo de 2011

De Profesión Comentarista

Hola a todos!

Hubo un tiempo en que toda aspiración en mi vida giraba en torno a una sola idea: ser comentarista de televisión. De esos que se sientan en unos sillones comodísimos y echan la tarde comentando las idas y venidas de todos los personajes de la prensa rosa. Más o menos lo que hago yo con mis amigas, pero cobrando. ¡Menudo chollo!
Mi vocación nació a fuerza de pasar las tardes viendo este tipo de programas con mi madre. La mitad de las opiniones no podía escucharlas porque mi madre lo daba todo y gritaba hasta quedarse sin voz tanto o más que los propios comentaristas. Esa cadena de televisión siempre le deberá un sueldo.

Cuando a ese famosillo de tres al cuarto se le ocurría criticar al nuevo novio de la ex novia del hermano de la mejor amiga de su primera novia atacándole con vacaciones en las islas griegas pagadas con exclusivas de su vida privada vendiendo cuestiones tan básicas como el nuevo horno que han puesto en su cocina minimalista totalmente equipada en acero inoxidable, ahí estaba mi madre dándole una lección de humildad: "¡Cállate anda, que bastante has vendido tú tu vida privada!" o "¡Mejor te diera vergüenza, que has vendido hasta a tu propia madre!". Y cosas así.

La verdad es que razón no le faltaba. Por eso día a día me convencía más de que aquella era una profesión de futuro. Esos famosillos necesitaban que alguien los pusiera en su lugar y para eso había nacido yo. Lo llevaba en la sangre, eso no hace falta ni decirlo. Así que todas las tardes me sentaba en el sillón junto a mi madre, con un bloc y un bolígrafo, e iba apuntando los principios básicos para ser un buen comentarista.

En primer lugar, tienes que tener unos buenos pulmones y unas cuerdas vocales a prueba de bomba. Porque si no puedes gritar por encima de los demás para imponer tu opinión, pues no te sirve de nada ser comentarista. Después, es imprescindible que hables el idioma del pueblo; es decir, que digas siempre lo que el público quiere escuchar. Ya sean insultos o alabanzas, lo mismo da. En tercer lugar, has de tener tus fuentes. Esto es importantísimo. Si no tienes como contrastar las exclusivas, nadie te va a creer. Claro que una fuente puede ser cualquiera, persona o cosa: portero de discoteca, barrendero, cámara de móvil y así un sinfín de fuentes. Además, todo buen comentarista que se precie, debe aparecer siempre en plató con un tocho de folios que se rigen por un tamaño estándar: ni muy gordo para que no te haga parecer un fantasma ni muy finito que de a entender que no tienes ni exclusivas ni noticias que dar. También es primordial la buena memoria, para poder echar en cara al famoso todos y cada uno de los errores cometidos desde el día de su nacimiento hasta el actual; sin este tipo de información tu credibilidad puede ponerse en duda. Por último, has de tener un teléfono móvil y lo ideal sería que durante el programa en cuestión recibieras una media de tres llamadas y seis o siete mensajes de texto confirmando o desmintiendo exclusivas. Y dar por sentado que si el famoso no contesta el teléfono, la exclusiva se puede dar por cierta inmediatamente.

Esto es, resumidamente, cuanto necesitas para salir en la tele y cobrar un pastón. Requisitos como carreras universitarias o nociones básicas sobre periodismo están sobrevaloradas; realmente, no tienen cabida alguna en esta profesión. Son, básicamente, un cero a la izquierda. Sin contar que tu posición de criticón te salvaguarda de verte en el punto de mira. "No estamos hablando de mí. Yo no estoy sentada en un plató de televisión cobrando por contar mi vida". Si te aprendes esta frase y la sabes utilizar correctamente, todos los caminos se abrirán para ti.

Yo creo que casi cumplo con todos los requisitos. Solo me falta saltar a la fama, pero como para eso vale cualquier pretexto, es el punto que menos me preocupa. Hay miles de concursos a los que ir para darme a conocer y otros millones más de famosos con los que tener un affaire o, como mínimo, que parezca que lo he tenido. Basta con ir a cualquier evento y sacarme un par de fotos con un famoso cualquiera (todos valen sin ningún tipo de excepción) y luego venderlas. Y ya está, tu fama está garantizada. Luego solo es cuestión de hacerme cada vez más conocida y ya contar con el contrato sobre la mesa. Todo el proceso puede durar algunos meses, pero vale la pena.

En cualquier caso, creo que he nacido para esto. Es una profesión hecha a mi medida y cuento con la ventaja de tener el beneplácito de mi madre. Nada nos hace sentir mejor, que saber que nuestros progenitores están orgullosos de nosotros. Y ya con el tiempo, incluso puedo conseguirle algún trabajo a mi madre también, estarían encantados de contar con una comentarista como ella. Lo tiene todo: sabe gritar, es polémica y le caen mal todos los famosos. Y yo, por suerte, lo he heredado todo.

Kendra.

Mi recomendación del día: No te encojas de hombros cuando llueva, no sirve de nada. Te vas a mojar igual. Es un acto reflejo, pero la próxima vez, evítalo y mejor cómprate un paraguas. Hace mucho más efecto, siempre y cuando no se te vire del revés y hagas un ridículo espantoso. ¡No te mojes!

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy muy orgullosa de que tu profesion te la despertara yo, cuando me sentaba a ver los programas de television.
Enhorabuena,sigue así.

Tu mama

Anónimo dijo...

Jajaja! Yo sé lo que es eso...mi madre también se pasa el tiempo criticando a voz en grito a los famosillos sin dejar escuchar a los demás el programa, cree firmemente en que Ana Rosa o Jorge Javier le darán la palabra de un momento a otro y aunque no es así no deja de intentarlo...

Eres la mejor! Me encantas!

Mana

kiara dijo...

jaaaaaaaajaaaaaaaaaa! encima la posición de criticona , mola. no estamos hablando de mi.JAJAJAJA me encanto !!

Un abrazo

Kiara