domingo, 27 de marzo de 2011

Esos Encuentros ¿Afortunados?

Hola a todos!

Siempre me han parecido, cuanto menos, inquietantes, esas breves amistades que se forjan en los lugares más inesperados. (Me acabo de parecer a Iker Jiménez, pero tú ni caso). Y resulta que hay unas normas. Uno no puede hacerse amigo de nadie en la caja del supermercado o en un asadero de pollos. Existen unos lugares homologados para que tengan lugar estos encuentros inolvidables. A mi me encantan, que quede claro, pero son raros, ¿no?

Yo una vez conocí a una chica en la guagua. Fue una mala época, porque cada día conocía a alguien diferente y eso no es normal. La chica se llamaba Sara y nunca la olvidaré. Durante veinticinco minutos fuimos las mejores amigas del mundo. Inlcuso nos dimos los teléfonos y eso no está permitido, pero habíamos conectado. Hablamos de todo: de chicos, de ropa y de maquillaje. Fue muy bonito. Nunca más supe de ella. Pero no importaba, porque al día siguiente, entablé conversación con un chico que llevaba una bolsa de deporte y vestía un equipaje de fútbol y me pareció apropiado preguntarle en qué equipo jugaba. Y al final resultó que hasta teníamos amigos comunes.

Pero las mejores sin duda, son las señoras mayores. Que se te sientan al lado y empiezan a suspirar, cada vez más fuerte hasta que no te queda otro remedio que quitarte los cascos del ipod o colgar el teléfono porque esa señora ya ha logrado su objetivo: captar tu atención. Entonces le miras y le sonríes, rogándole que no te dé conversación. Pero no hay nada que las pare, son inmunes a los mensajes telepáticos que tú les envías suplicando clemencia. Y empiezan a hablar de nietos, de escaleras, de prótesis de cadera y del tiempo. Y a ti no te queda más remedio que asentir y sonreír todo el tiempo porque a ti nadie te ha pedido opinión, solo estás ahí para escuchar. Aunque lo único en lo que puedes pensar en esos momentos de tortura es en que se baje antes que tú, y pronto. Pero entonces te dice que se baja al final del trayecto porque va a casa de su hijo que hace un año que se divorció y trabaja mucho y ella tiene que llevar a sus nietos a kárate porque él, el pobre, no tiene tiempo. Lo peor de todo es que acabas tomándole aprecio y al final te da pena despedirte. Es un lazo muy fuerte que cuesta horrores romper.

¿Y qué me dices de esos breves pero intensos romances vividos en un transporte público? Las agencias matrimoniales y todas esas páginas webs que se dedican a unir desconocidos entre sí para que descubran el amor verdadero, no tienen nada que hacer porque no conocen el verdadero secreto. Lo que más une a dos personas es el transporte público. Sin lugar a dudas. Todo empieza con miraditas, huidizas y tímidas, que se van convirtiendo en verdaderos mensajes apasionados. Si tú me preguntaras ahora cuántas relaciones he tenido, me llevaría un buen rato sacar el cálculo, porque de este tipo de romances yo he tenido muchos. Hubo uno que me marcó especialmente. Fue en la guagua (por supuesto) y cuando le ví entrar, supe, simplemente lo supe, que era el hombre de mi vida. Alto, moreno, ojos claros. Mi hombre perfecto. Y se sentó enfrente de mí. Estaba claro que el universo jugaba a mi favor, aquello era una señal. Me rozó la rodilla con su rodilla y me sonrió, disculpándose. Yo también le sonreí, embobada perdida. Y entonces iniciamos el ritual. Miraditas, sonrisas. Él me pilla mirándole y yo tengo que mirar rápidamente la revista que tengo en las manos que resulta que está al revés pero yo debo poner gesto de "uhm, interesante artículo" y entonces le miro de reojo y él está mirándome y mira hacia otro lado con un giro brusco de la cabeza y hace como que mira su móvil y aprieta botones aunque yo puedo ver que el teléfono está bloqueado porque está apagado. Y cosas así, lo típico.

Mi corazón iba a mil por hora, acelerado de pura emoción, bombeando adrenalina sin parar. Y entonces se movió. ¡Me va a decir algo, Dios mío, me va a hablar! Miré a la calle con la intención de hacerme la sorprendida (agradablemente sorprendida) cuando me dijera algo. Pero no. Solo estaba cambiando la postura. Y de nuevo, durante unas milésimas de segundo, nuestras rodillas volvieron a tocarse y sentí un cosquilleo por toda la pierna que hizo que se me subieran los colores. Nos miramos y cruzamos una breve mirada que lo decía todo. Nos amábamos y ante nosotros se dibujaba un futuro con casita con jardín y niños corriendo a nuestro alrededor mientras nosotros nos sonreíamos acaramelados. Con una sola mirada, supe que ambos pensabamos lo mismo. Fue un momento místico, sagrado.

Horrorizada, vi como se acercaba mi parada y me tendría que bajar de un momento a otro. Estaba muy nerviosa, porque había conocido al hombre de mis sueños y en unos minutos tendría que decirle adiós para siempre. Porque esas eran las normas y nosotros lo sabíamos. ¡Y no te vas a creer lo que pasó entonces! Pues resulta que cuando me levanté y me dirigí a la puerta, ¡él se levantó conmigo! Sí, se bajaba en la misma parada que yo, no todo estaba perdido, aún teníamos una oportunidad para ser felices.

Bajé las escaleras y casi tropiezo y bajo los tres escalones de golpe, pero le miré y él me estaba sonriendo, comprensivo. ¡Era perfecto! Entonces apareció mi novio y volví a realidad de golpe. (¿Novio? ¿Que novio? Yo me voy a casar con este desconocido, ¿quién eres tú y por qué me llamas cariño?) Había ido a recogerme para darme una sorpresa, el muy desgraciado. La desilusión y la vergüenza se materializaron a mi alrededor y casi podían palparse. Todo se había ido al garete, mi futuro hecho añicos ante mis ojos. Y créeme que cuando escuché al hombre de mis sueños decir "¡Qué pasa, primo! ¿Cómo va todo?" a mi novio, el suelo tembló bajo mis pies y deseé con todas mis fuerzas que me abdujeran los extraterrestres o me muriera o algo así.

Kendra.

Mi recomendación de día: Si has leído esto y te gustó (y si no también), hoy lo mejor que puedo recomendarte son dos blogs con los que me siento muy indentificada porque algo me dice que sus autores y yo compartimos una manera de ver la vida muy especial. Otros lo llaman tener una piedra del tamaño de Rusia. Aquí te los dejo, espero que te gusten y te hagan reír tanto como a mí: http://haybatallasqueganar.blogspot.com/  y http://tefaltaunaluna.blogspot.com/. ¡Que lo disfrutes!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena la entrada, esa señora que te toca al lado la hemos sufrido todos..jajaja, por no decirte la de amores platonicos que se hacen y se deshacen sin ton ni son...la guagua es un lugar muy dado a este tipo de relaciones. Me encantó!

Besos y sigue así! :)

MW Company dijo...

jajajaja estubo bien la entrada, lo del novio estubo muy gracioso XDD. Tienes razon en un transporte público parece que las amistades se condensan, y lo que tardarías meses o años lo recibes en minutos. Yo casi me caso en un transporte público,se dio la circunstancia, la mujer, un cura, y una coral de jovenes perinkenes de las cañadas y...... Pero bueno, esa es otra historia. Sigue así.