miércoles, 9 de marzo de 2011

Personas

Hola a todos!

Espero que no hayas tenido la suerte de conocer a las personas con las que yo me he tropezado a lo largo de mi vida. Esas que una vez que te conocen te quieren a rabiar y todo son llamadas y publicaciones en tu muro enviándote besos, dándole al "me gusta" en todo lo que escribes, así sea una nota de suicidio; que te envían abrazos y cervezas y responden a mil preguntas sobre tí a través de cuatro mil aplicaciones diferentes. Esas mismas que pasados dos meses se han desinflado como un globo abandonado y la fuerza de ese cariño extremo se reduce a un par de invitaciones por semana para que seas su vecino en la granja de tu vida o como quiera que se llame ese juego.

O esas personas tan especiales que hablan y hablan sin parar, sin detenerse a pensar si las palabras que salen de su boca siguen un hilo conductor lógico o, simplemente, si tienen algún significado en sí mísmas. Esas que adoras porque llenan los espacios vacíos en los que tú aprovechas para repasar mentalmente tu lista de cosas pendientes mientras te acompaña el rumor de fondo de sus divagaciones.

O esas chicas que a primera vista parece que hablen contigo pero que realmente se están mirando en un espejo y gesticulan y mueven las cejas con frecuencia con la única finalidad de averiguar lo que ven los demás cuando ellas hablan. O esas tan graciosas que cuando se maquillan se ponen morritos a sí mísmas después de cada capa de rímel.

O esos chicos que siempre se presentan junto con un extracto de su cuenta bancaria y que no dejan de decir que no tienen dinero; que se detienen distraídamente delante de un restaurante de lujo y, por arte de magia, les ha entrado hambre voraz y no quedará más remedio que comer ahí mismo para que él pueda impresionarte pagando la cuenta (un equivalente de la deuda nacional de Argentina) restándole poca importancia y dejando casi la mitad de la cuenta de propina asegurándose de que tú la veas sobre el platito antes de que la retire un camarero de ojos desorbitados y un hilo de baba rumbo al sur en la comisura de los labios. Esos chicos tan adorables que te aconsejarán con una sonrisa encantadoramente abominable y prohibitiva que no te enamores de ellos, diciendo sin decir que son mucho para tí. Y a los que yo les diré desafiante: "Tienes demasiado dinero para mi gusto" y conseguiré que suene como si fuera un defecto detestable y, además, culpa suya.

O esas personas a las que, con todo el dolor de tu alma, nunca les respondes las llamadas porque sabes con absoluta certeza que solo te llaman para contarte sus fatalidades y a ti, entre otras cosas, te quitan las ganas de vivir. Esas que incluso el día antes de su boda son capaces de decir, con todo el pesimismo que pueden atesorar, comentarios del tipo: "Pero no sé tía, seguro que pasa de mi".

O esa gente que entra en el círculo vicioso de la conversación unilateral y acaban contradiciéndose y dándose la razón a partes iguales mientras tu les miras presa del desconcierto sin tener muy claro desde hace rato si realmente esa persona es consciente de que tú estás allí. Y en un determinado momento te preguntará: "¿Me entiendes?", como si fuera una cuestión fácil de contestar. Y una vez recuperado el aplomo y el sentido común dirá: "No importa, yo me entiendo", como si eso lo explicara todo y justificara las dos horas que acabas de pasar debatiéndote entre retirarte sigilosamente o arrancarte las orejas.

O esos chicos que les entra el pánico si advierten que vas a comenzar una conversación con ellos que, a todas luces, no incluye fútbol ni coches. Ese rostro desencajado y agonizante, suplicando misericordia, no tiene precio. O peor aún, esos que creen que te interesan una mínima parte ese tipo de temas, aunque prefirías prenderte fuego antes de hablar sobre córners y penaltis, y se lanzan emocionados a explicarte la regla del fuera de juego como si les fuera la vida en ello.

Está claro que podría escribir mucho más sobre todas las maravillosas y extraordinarias personas (en el sentido más amplio de la palabra) que he tenido el placer de conocer. A su manera, me han enseñado mucho. Sobre todo me han enseñado cómo no debo actuar o pensar para ser aceptada por la sociedad. Pero, ¿qué sería de mí sin todos ellos? Yo lo sé. Sería un ser desgraciado, sin personalidad ni criterio y sin un instinto de supervivencia especialmente desarrollado. Huelga decir que el mundo es muy grande y hay sitio para todos, pero si eres uno de ellos, respeta mi espacio vital o esto puede acabar muy mal.

Kendra.

Mi recomendación del día: Si quieres mantener viva una planta en casa, solo hay un sencillo paso a seguir: riégala. Creo que subestimamos el poder del regadío y en ocasiones obra verdaderos milagros. Eso, o cómprala de plástico y evítate toda clase de problemas absurdos, a parte de un ahorro considerable en aspirinas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jajaja! Qué bueno! De todas las entradas la mejor hasta ahora, que graciosa la Kendra! ¡Felicidades por saber expresar las cosas con tanta gracia sabiendo colocar las palabras adecuadamente!
Un saludo,
Mana