miércoles, 23 de marzo de 2011

Futuro Prometedor

Hola a todos!

Ojalá yo hubiera tenido éxito en la vida. De pequeña soñaba con un futuro prometedor, el mejor trabajo del mundo, mil quinientos chicos muriéndose por mí y el doble de chicas odiándome envidiosas.

Pero el futuro llegó y no se le parece en nada a mis sueños. Nada que ver, nada en absoluto. No ocurrió como tenía previsto, como me habían prometido que sería. ¡Nada más lejos de la realidad! Según los patrones básicos establecidos, bastaba con que hubiera sido una palurda discriminada por la sociedad, fea y empollona (requisito cumplido) y que las chicas me detestaran y prefirieran comer bombillas a estar a menos de un metro de mi (sí, requisito cumplido) y que los chicos ni siquiera advirtieran mi presencia aunque les bailara una isa en las narices (requisito cumplido excepto lo de la isa, porque nunca he tenido claro si la isa es un baile o un cante). Así pues, el siguiente paso era dejar pasar los años asomada a la ventana con mi cara de mustia de los quince años y que poco a poco la imagen se oscureciera hasta ser una pantalla en negro y que un mensaje aunciara que habían pasado ocho o diez años. Entonces yo ya era una mujer delgada, guapa, con una melena larguísima y suave como la seda, unas cejas perfectamente depiladas y a la moda y una ropa moderna y con estilo. Y a mi alrededor, un millón de chicas comiendo bombillas para demostrarme cuánto están dispuestas a hacer por mi amistad y chicos que se quedan sin aliento cuando paso por su lado y no pueden quitarme la vista de encima.

¿Y te puedes creer que eso no fue lo que ocurrió en realidad? Para empezar, olvídate de la pantalla en negro y un anuncio de años pasados. Resulta que para tener éxito, debes vivir todos y cada uno de los años de tu vida sin poder saltárte ni un solo segundo de ellos. ¡Esto no es lo que habíamos pactado! En las instrucciones no dice nada sobre lo que ocurre durante esos años en negro, simplemente se obra el milagro y nadie cuestiona los medios. ¿Cómo se supone que iba yo a saber lo que tenía que hacer? Y para completar el lote, resulta que esas chicas que te odian, con los años han dejado de ignorarte y ahora solo pierden su tiempo contigo cuando tienen algún insulto que dedicarte o alguna broma que gastarte. Y de los chicos, no, no me hagas hablar de esa guerra. Horroroso, sencillamente.

En definitiva, que tener éxito no es fácil ni divertido. Y si no que se lo digan a esos chicos que siempre aspiraron a más y se ven atrapados en un bucle de gimnasios y coches nuevos. Que a pesar de que tripliquen su tamaño cada día y tengan siempre el último modelo de coche del mercado, nunca llegan a ser chicos de éxito. Más bien, poco a poco, prácticamente sin que se aprecie, se van convirtiéndo en personajes de ficción que nadie puede mirar a la cara sin estallar en carcajadas porque han perdido el cuello.
O las chicas que han pasado años de sacrificio y hambre y se han estirado tanto el cabello para alisarlo que parece que siempre están sorprendidas y todo para nada, porque lo único que han conseguido es que los chicos sean incapaces de decir de que color tienen esos ojos que pasan una media de cuarenta minutos maquillando cada día.

No es justo, el mundo está muy mal repartido. Debería haber un poco más de equilibrio, porque yo he seguido a rajatabla todos los pasos para ser guay y te puedo asegurar que no soy guay en absoluto. A veces me lo creo, pero entonces salgo a la calle y chicas guapísimas y delgadísimas con estómagos planos y comiendo barritas de cereales para demostrar que se cuidan, y con las manos llenas de bolsas de tiendas de moda, pasan por mi lado y me empujan con todo el cargamento que llevan, me tiran migas de su barrita en el escote y siguen caminando como si no hubiese pasado nada. O después está lo de gustarle solo a los feos. No puede haber nada peor que te profese admiración y postración un tío que te provoca arcadas. Y los guapos, esos chicos elegantes y atractivos que tienen el decoro de no creérselo y restregártelo continuamente por la cara, esos, son kimeras. Alucinaciones y fantasías inalcanzables que jamás se fijarán en mí.

Así pues, éste es mi futuro, esto es todo lo que puedo esperar de la vida. Una existencia condenada a la invisibilidad. Pero no pierdo la esperanza. Aún estoy a tiempo de encontrar la fuerza de voluntad necesaria para ponerme a dieta y lograr aborrecer el chocolate. Siempre he soñado con eso: que llegue un día en que el chocolate no sea apetecible e insoportablemente delicioso y me jacte de decir con altanería "No gracias, no como chocolate, lo encuentro repulsivo". Todo puede pasar. Mientras tanto, en vista de que esa pantalla en negro no es otra cosa que precisamente eso, la negrura más absoluta, la nada, el vacío. La conclusión a la que he llegado es a no creerme nunca jamás ni una sola de todas esas películas que no han conseguido sino minar mi autoestima y elevar a cotas insospechadas mis perspectivas más ambiciosas e infantiles y estúpidas en toda regla.

Kendra.

Mi recomendación del día: ¿Sabías que las probabilidades de encontrar unos vaqueros que te gusten es directamente proporcional al hecho de que no habrá tu talla y además te hará un culo del tamaño de una mesa camilla? Pues yo no. Espero que tú sí lo supieras y la próxima vez tengas en cuenta esta estadística. ¡Que tengas suerte!

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