sábado, 5 de marzo de 2011

Clichés y Hermanos Mayores

Hola a todos!

Tengo una duda. Una duda que me corroe por dentro y me roba horas de sueño. Me tiene tan angustiada como cuando saltaron los rumores del noviazgo entre Shakira y Piqué. O como cuando, inocente como un cerbatillo, creía a mi madre cada vez que decía que "cualquier día cogía la puerta y se largaba". Que desasoiego, no se puede vivir así, en este sinvivir de noches en vela mientras las preguntas boicotean mi descanso.

Y es que no encuentro explicación lógica a todas esas costumbres contraproducentes que tenemos tendencia a utilizar en nuestro día a día. Me refiero a idioteces del tipo:

- Voy a contarte algo pero tienes que prometerme que no te enfadarás.
¿En qué estamos pensando cuando decimos algo así? Es de locura. Probablemente la otra persona (al menos si se parece una mínima parte a mí) te dirá, todo ternura y comprensión: "Desde luego, adelante, te lo prometo". Y si se te ocurre a creer esa afirmación estás completamente perdido. La promesa de no enfadarse queda suspendida en el aire durante unos segundos hasta que acaba huyendo despavorida a ese lugar donde van todas las promesas que se hicieron mintiendo descaradamente. El enfado puede alcanzar tal magnitud que desearías no estar vivo, desparecer en ese mismo instante de la faz de la tierra. Porque hagas lo que hagas y digas lo que hagas a partir de ese momento, no servirá más que para aumentar la ira del otro.

- No se lo puedes decir a nadie.
Y seguramente, para asegurarnos la privacidad de lo que vamos a contar, diremos: "Es un secreto". ¡El colmo! A partir de ese momento nadie podrá hacer nada por ti. Lo que quiera que sea que hayas compartido "en secreto", será de dominio público inmediatamente. Y si hay una blackberry de por medio, no se te concederá ni el derecho del efecto "teléfono". Es decir, que cuando el último índigena de la tribu más recóndita de la selva más alejada de la civilización conozca "tu secreto" (porque se enterará, eso lo sabemos todos), la información no será tan precisa ni acertada como cuando salió de tu boca. Por lo que aún brilla para ti un débil rayo de esperanza: "¿Qué Fulanita le dio un bofetón a la novia del primo de ese de Gran Hermano en la fiesta del estreno de ese documental sobre la cría de huevos de la zancuda común? No sé, me cuesta creerlo".

- El agua está calentita. ¡Entra a bañarte!
Con eso solo conseguirás que la otra persona roce con apenas un puñado de células de su dedo gordo del pie la temperatura para empezar a correr desesperadamente acusándote de mentiroso y traidor sin escrúpulos o, en el peor de los casos, que piense cosas horribles sobre ti y los desechos líquidos de tu cuerpo.

¿Realmente no sabemos que obtenemos precisamente lo contrario de lo que pretendemos utilizando esta clase clichés? Yo tenía que haberlo aprendido hace mucho tiempo y, aún así sigo cayendo en la trampa incansablemente y ante mi propio desconcierto. Sobre todo con mi hermana. Si tienes una hermana o hermano mayor, sabes de lo que hablo. Si no lo tienes es que eres tú ese hermano desalmado y cruel que juega con los sentimientos ajenos por diversión. Como cuando mi hermana me decía que era adoptada y mi madre lo completaba confesándome que me había recogido del cubo de la basura. Entre las dos, a razón de dos veces por mes aproximadamente, me relataban con florituras el gran acontecimiento de mi aparición en el contenedor. A mi madre le encantaba contarme la historia, la sonrisa no se le borraba de la cara durante la narración. Al parecer ella había salido a tirar la basura, (algo que ya debió hacerme sospechar porque mi padre es el que se encarga de sacar la basura; diría que mi madre no sabe ni donde están los contenedores de nuestra calle) y cuando abrió la tapa advirtió un bulto extraño y lo cogió y resultó que era yo. Nunca me imaginaría a mi madre metiendo sus delicadas manos en un cubo de basura, pero por entonces lo podía visualizar con total claridad. Y mi hermana por su parte, se encargaba de recordármelo siempre que tenía oportunidad.

Cuando, con el paso del tiempo, empecé a percatarme de varias contradicciones (como cuando mi madre me contaba que cuando nací era tan fea que se pasó cuatro días llorando sin parar), la historia fue perdiendo fuerza hasta desaparecer en el olvido colectivo. Yo la tenía grabada a fuego. Entonces mi hermana comenzó a hacer uso de sus otras bazas. Sus muestras de cariño, tan típicas entre hermanas, variaban desde el amor incondicional hasta la devoción fraternal. Entre sus manifestaciones de amor más célebres, destacan: "Vaca Loca, por vaca y por loca"; "El rey león visita la ciudad"; o "¡Llamen al zoológico, hemos encontrado la foca!".

Lo normal entre hermanas, vamos. A veces también ella hacía uso de esas sugerencias contraproducentes, pero con su propio estilo y me decía cosas como: "Vale, te maquillo pero no te prometo nada. ¡Por el amor de Dios, yo no soy Lourdes!" o más de estilo clásico: "Aunque la mona se vista de seda, mona se queda". Está claro que ella pretendía ejercer precisamente el efecto contrario, es decir, utilizaba esas expresiones a sabiendas de que el resultado sería totalmente opuesto al esperado por mí.

Pero no dejaba de ser una buena hermana, dispuesta siempre a hacerme la vida imposible, a echarme la culpa cuando se cargaba el video y a ponerme de excusa cuando llegaba tarde a algún sitio. Son cosas con las que una hermana pequeña debe aprender a convivir y yo lo he llevado siempre muy bien.

Kendra.

Mi recomendación del día: Ayer vi por primera vez Avatar. Si hay alguien que, como yo, sigue siendo el único bicho viviente que no la ha visto, no sé a qué espera. Que conste que yo la vi solo porque tengo que formatear el ordenador y no me parecía apropiado borrarla sin haberla visto. Ya que estaba allí. Pero no me decepcionó. Bueno, solo el final. No entendí en absoluto el final de dos horas y media de una gran producción y una excelente historia. Pero puede que solo me pasen a mi esas cosas. ¡Qué lo pasen bien en Pandora!

1 comentario:

kiara dijo...

La infancia marca , si marca .... Y estas cosas aunque parezcan boberias se quedan en nuestro pequeño ser, en nuestra manera de ver la vida y los códigos que usamos movernos por el mundo.Estoy segura que tu madre y tu hermana te querian con el alma, lo que las bromas se les fué de un poquito de las manos.Pero bueno ahora tienes una graciosa anécdota para contar y hacer reir a los demás... Un beso fuerte , y sigue escribiendo !